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Apuntes sobre los límites de una democracia más formal que social

Una mirada crítica para ampliar la lectura sobre el cambio de época en la Argentina. ¿Qué democracia recibió un cachetazo? ¿Aquella que proponía un compendio de buenas intenciones pero que no estuvo a la altura?


Por Lisandro Sastre (*)

Que la democracia es más que un sistema político una forma de vida. Eso era lo que me quedó de las enseñanzas recibidas en la educación pública, durante mi niñez y adolescencia. La Argentina venía de la violencia institucional llevada al extremo en la dictadura militar, con miles de desapariciones, muertos y violaciones de todo tipo a los derechos humanos. Desde aquel lugar de inmadurez propia de la corta edad, supuse que la democracia era la antítesis de aquel terrorismo de estado vivido desde muy cerca.

Si bien no puedo recordar hechos particulares, puedo reconocer sin mucho esfuerzo las sensaciones de persecución, angustia, el temor de que ya te venían a buscar para chuparte. Recuerdo que me fascinó la campaña política que empezó en el 82 y culminó con las elecciones ganadas por Raúl Alfonsín. Ahí se inauguró la etapa democrática que cumplió 40 años. En el medio de afiches, engrudo, banderas, pancartas y demás: se empezaba a respirar otros aires, mucho más parecidos a una sensación de libertad, aunque no plena, pero si prometedora.

Alfonsín vaticinaba que con la democracia se come, cura y educa. Se había generado un pacto político que tenía que ver con no volver a comentar los mismos crímenes anteriores. Léase que hablo de crímenes de lesa humanidad, no de excesos que se cometieron en una guerra sucia. Básicamente tolerar al disidente en sus pensamientos, con un único y superior límite: no tolerar al intolerante. La democracia en ese sentido hacía referencia al modelo del estado que se pretendía, como la estructura que regule y proteja la vida de las personas que conformaban la sociedad.

Un compendio de buenas intenciones

Desde aquel momento hasta en estos días aquel pacto democrático parecía tener vigencia, acaso ni los neoliberales se animaron a desregular al estado al punto de dejarlo sin prestaciones de salud, por ejemplo. Pero este pacto ya amenazaba ruinas desde su creación, y el sistema constitucional no logró contener las necesidades de la población, convirtiéndose en un “compendio de ilusiones”. Y me parece totalmente justo achacar este mal desempeño de la democracia bajo estas instituciones, porque vulgarmente observamos que la construcción como pirámide del ordenamiento jurídico del estado es un pacto entre iguales; así está definido, incluso el constitucionalismo moderno se vigoriza bajo esos parámetros, así encontramos bibliotecas enteras. Pero claro, las leyes que rigen a una sociedad son creadas, interpretadas y aplicadas por un pequeño sector que actúa cuidando sus intereses muy por encima que los intereses de los todos los comunes, o el tipo de a pie.

Pensemos hoy qué posibilidad tiene de reprochar algún inquilino que votó a Javier Milei frente a la posible dolarización de su contrato, bueno ese votante que hizo uso de su derecho al sufragio, hoy tiene un nudo en el estómago producto de la angustia que le genera un futuro incierto en el techo y cobijo que podrá darle a su familia. Ese tipo no puede anular ya su voto, tampoco concientizar a otros inquilinos o volver en el tiempo para apoyar un plan político que más o menos lo beneficie o por lo menos no lo destruya.

En cuanto a seguridad jurídica, no existe para los comunes, los que la ven pasar y su actividad política se reduce solamente al sufragio, pero este término acuñado por la derecha capitalista significa aplicación de las leyes para no perder privilegios, o peor todavía, para generar tranquilidad social necesaria (¿?) para que la mano invisible del mercado haga su magia de regular todo (¿?). No nos queda más que concluir que el mercado se auto protege y excluye a quienes carecen de capital, me baso en la experiencia empírica de una simple observación de la composición de las clases sociales y la idea de movilidad social ascendente que es solo una pancarta.

Desde la sanción de la Ley de Defensa del Consumidor se han iniciado muchas demandas, algunas de ellas de carácter colectivo, jamás en su vida se pudo torcer la conducta abusiva de muchos proveedores con privilegios; hoy una sanción de un millón de pesos a la Telecom no la disuade en sus conductas, igual podría decir de alguna empresa de medicina prepaga o cualquier otro monopolio. Los tecnicismos judiciales se conciben para alejar a las masas de la justicia y de esta forma no participan de su reparto. Todo el andamiaje judicial no hace más que sostener a los capitalistas para que de ninguna forma pierdan sus privilegios de clase.

Un sistema al servicio de pocos

La reflexión parecería que encierra una contradicción insuperable, si la democracia es más que un sistema político, una forma de vida con la cual se come, se cura y se educa, cómo puede ser que no se hayan podido captar y contener las necesidades de la gente. Pues bien, las cifras de la pobreza son evidentes. Sin ánimo de buscar responsables a título personal los números de pobreza descansan en las instituciones fallidas que se han dado, esto va más allá de toda pertenencia partidaria, es una cuestión sistémica. Con esto no se deben dejar de valorar y poner de relieve algunos diques de contención llevados a cabo por distintas gestiones que enarbolaron políticas asistencialistas con planes sociales. Incluso en nuestro país se llegó a discutir la posibilidad de una renta universal, por el solo hecho de ser un humano. Todo esto no puede estar mal porque la posibilidad de tener acceso a los alimentos, además de un derecho humano básico, hace a la mínima dignidad de la persona humana. Pero esto evidentemente no alcanza y es lógico que así sea, ya que la percepción de la pobreza tiene que ver no tanto con las condiciones de vida de uno mismo, sino con las condiciones de vida de los que más tienen. Es por eso que quienes tienen algún plan social, a pesar que pueden disponer de esos recursos, por lo menos hasta que se los anulen o la dolarización termine por licuar esos ingresos sigue siendo pobre y es un error conceptual exigirle que siga apoyando un sistema que lo denigra constantemente en su condición y que fatalmente los excluye de la vida política.

Con estas evidencias, suena a mucho verso la igualdad de oportunidades y la igualdad ante la ley que proviene de un supuesto pacto entre iguales que se plasma en la Constitución, la que en la actualidad está más cerca de convertirse en letra muerta frente a los avances continuos de la derecha más reaccionaria. El otro día el ex presidente Mauricio Macri llamó a la defensa de las conquistas por parte de los jóvenes liberales, instándolos a luchar en las calles en contra de todo opositor o trabajador calificándolos como orcos. Claramente esta conducta, además de estar reñida con los supuestos principios democráticos, califica como un delito, y no creo que algún fiscal actué de oficio para reestablecer el orden jurídico lesionado por la conducta del ex presidente.

Contrariamente, el sujeto lleno de privilegios políticos y de clase, logró recientemente procesamientos de algunos jóvenes que hicieron publicaciones en redes sociales en contra de su persona, en este ejemplo se plasma la desigualdad jurídica que tenemos que soportar en una pseudo democracia.

Argumentos a medida de Tiktok

El ultra presidencialismo que sucede de nuestras instituciones choca de frente con la participación popular en los asuntos públicos, y la destruye por completo. Para colmo, un sistema de una democracia indirecta –eso de que el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes- enfrenta desafíos que todavía no pudimos comprender del todo, pero parecería que fueron comprendidos o creados por los monopolizadores de la opinión pública, dueños de los medios de distribución de la opinión. La era de las redes sociales impactan de manera catastrófica y han creado una incultura política que camina a pasos acelerados para afianzarse. La vida política de la mayoría de los individuos se limita de esta manera solamente al sufragio y al consumo de slogans de muy fácil lectura e interpretación que forma la opinión pública, pero totalmente vacíos de contenido. El contenido queda reservado a los verdaderos actores de la película: una clase dirigente con posibilidades ciertas de acceder al poder o de tener algún tipo de actividad decisoria.

Dolarización de la economía no negociable, sin que explique de qué forma se lleva a cabo, si es que lo hace. Si tienen diseñado un plan, jamás fue puesto a disposición del análisis de una verdadera opinión pública que pueda analizar su contenido y poder discutir. En el mejor de los casos el tema será puesto a discusión en las cámaras pero ahí tampoco el pueblo tiene verdadera representatividad. Igual con la privatización de los servicios de salud, la educación y la posibilidad planteada que las fuerzas militares intervengan en cuestiones de seguridad interior. Nadie respondió a una pregunta sumamente sencilla de responder: qué poder de compra tendrá un trabajador en una eventual dolarización de la economía, sin recurrir a argumentos técnicos que nadie comprende.

Entonces, el contrato social que surge de esta democracia donde la única posibilidad de participación se reduce al sufragio se evidencia nulo de nulidad absoluta e insanable, porque el votante no termina de entender qué vota, para qué y por qué. Acaso el voto bronca se podría conciliar con la idea de participación democrática, o en todo caso es una expresión más, una de las tantas más, de una profunda crisis de representación; la muestra evidente de la cultura a la que nos dirigimos inexorablemente con la manipulación de las masas, para que sigan sin participar de la vida política en resguardo de intereses corporativos de capitales transnacionales.

Una democracia que no alcanza

A pesar de todo, sigo pensando que con la democracia se come, se cura y se educa. Pero lamentablemente nos hemos quedado cortos porque desde el 83 en adelante y particularmente en los días que con tanto lamento vivimos, la experiencia es la de una democracia capitalista. Como aporte a toda esta distopía propongo repensar y replantear un sistema donde podría expresarse con mayor poder vinculante la verdadera expresión popular. Para que exista una manera de discutir los temas púbicos de la manera horizontal, con la participación necesaria de todos los sectores involucrados y que representan distintos tipos de intereses. Para que, de esta manera, termine triunfando la mejor idea y que esta sea virtuosa.

Cabe una reflexión final formulando preguntas, ¿qué virtud encierran las ideas egoístas del libre mercantilismo a ultranza frente a la angustia y zozobra de la mayoría de la población que no cuenta con capital suficiente para ser competitivo y poder participar de la oferta y demanda de bienes y servicios? ¿Cómo participará el asalariado con su oferta de trabajo en una sociedad donde el orden jurídico le da la espalda y protege a los capitalistas y terratenientes? ¿Cómo reaccionará el status quo ante las protestas sociales que se generarán inexorablemente ante los recortes de la inversión pública? Podríamos seguir enumerando interminablemente la puja de intereses que enfrenta la sociedad, pero no es la idea. ¿Qué pasaría si verdaderamente se diera una discusión y toma de decisiones horizontal en nuestra sociedad, donde podamos analizar los preceptos morales arbitrarios que encierra el concepto de propiedad privada y con ello la concentración del capital, analizando los pros y los contras y entender qué beneficia o afecta más a los individuos que conforman la sociedad, en base a argumentos científicos? Quizá, una mayor injerencia del Parlamentarismo tendría mejor eficacia frente al ideal del gobierno de todos o el autogobierno colectivo que dio origen al constitucionalismo moderno y que se expresa en el híperpresidencialismo.

(*) Lisandro Sastre es abogado, especialista en derecho de acceso a la salud, militante radical y referente de Los Irrompibles en la Provincia de  Salta.


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