Hace 15 años que Elisabet Sadó Garriga compite de manera profesional en squash, y el 11 de mayo sumó una nueva victoria en el campeonato de Asturias, en España. Pero el premio que le dieron junto con el trofeo fue insultante: era un kit de belleza que incluida dos paquetes de cera para depilar, una lima eléctrica para podar los callos de los pies y hasta un consolador.
Es difícil saber cómo terminó una marca de juguetes sexuales vinculada a un torneo femenino de squash, pero Sadó, de 37 años, quedó marcada por la «sorpresa e indignación», como le dijo al diario El País.
Con iguales sentimientos quedaron la subcampeona, Olaya Fernandez Lence, la tercera clasificada, Marina Arraiza Mier, y la cuarta, Cristina Barandica Fernández, todas depositarias de sendos kits «íntimos» tras terminar el campeonato en el Club Squash Oviedo.
Por eso presentaron un reclamo formal ante la Federación de Squash del Principado de Asturias «por unos obsequios sexistas y fuera de lugar».
Sadó no pudo quejarse ese mismo día de semejante «premio» porque tenía que irse a trabajar: las pocas mujeres que juegan ese deporte de manera profesional en España no ganan lo suficiente para que sea su única entrada de dinero.
«La base de todo ese machismo estructural que, en los casos más graves, acaba con mujeres asesinadas», expresó con gravedad Sadó, quien trabaja en una organización que le da contención a mujeres víctimas de violencia de género.
«Nunca en la historia nos había ocurrido nada parecido», aseguró por su parte Maribel Toyos, vocal de la junta gestora de la federación. La organización resolvió remitir el caso al Instituto Asturiano de la Mujer.
Días después, desde el Club de Squash Oviedo admitieron que los regalos «fueron inapropiados y nunca debieron ser entregados» y pidieron disculpas no sólo a las ganadoras agraviadas sino también «al squash femenino nacional y al resto de deportistas».
La explicación de cómo terminaron los regalos en manos de las ganadoras fue que a veces la institución recibe donaciones para los premios y en este caso «no comprobaron la idoneidad» de los entregados a Sadó y sus colegas.