Con una proyección a futuro similar a la que vivieron Irán y España en las primeras semanas: en Brasil hay más de 300 contagios por día, pero Bolsonaro no precisa preocuparse.
La contradicción más fuerte y preocupante es la que tiene con su ministro de Salud: uno llama a quedarse en casa, el otro dice que no hay de qué preocuparse. Bolsonaro no puede correr el riesgo político de admitir su error. ¿Qué pasa ahora?