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La justicia todavía está en deuda con la memoria de Jimena Salas

El Tribunal de la Sala VII de Juicio, dio a conocer el veredicto en la causa contra Sergio Horacio Vargas y Nicolás Cajal Gauffín. No se hizo lugar a la demanda civil y se girarán actuaciones a la justicia federal para que investigue la posible comisión de un delito de orden público.


“Absolviendo a Sergio Vargas”, se escuchó la lacónica lectura de la secretaria del juzgado, lo que significaba nada más ni nada menos que la libertad de un hombre que estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado y fue rehén de un sistema perverso que lo culpó de una participación absurda en un crimen horroroso.

En tanto Nicolás Cajal, el otro pasajero de esta pesadilla tampoco la pasó bien. Perseguido y vilipendiado por un sistema acusatorio impiadoso, no solo tuvo que soportar que asesinaran a la madre de sus hijas, también tuvo que padecer el dedo acusador de una sociedad que pre-juzga sin el más mínimo conocimiento de lo que se esté “cocinando” en sede judicial.

Así es que estos dos hombres pasaron a ser rehenes de una situación absurda y los resultados de tan raquítica acusación están a la vista. Un ultraje para la alicaída justicia salteña, la cual parece no terminar de empatizar con una sociedad que necesita de una vez por todas: seriedad, celeridad y sentido común.

Lugar equivocado, momento equivocado

Hacía solo unos meses que el Ministerio Publico Fiscal anunciaba la imputación de Sergio Vargas. El doctor Luciano Romano y la doctora Laura Flores se habían hecho cargo sin costos de la defensa de Vargas. Un hecho en particular cambiaria el rumbo de los acontecimientos de forma milagrosa, aunque la familia de Sergio dejaba todo en manos de Dios. Dicen que la fe mueve montañas, y vaya que la familia Vargas puede dar fe eso.

Mientras su hermana sin un peso en el bolsillo y con las hijas de Sergio en riesgo nutricional debían visitarlo en la cárcel, el perverso sistema acusatorio local tejía de toda clase de historias fantásticas alrededor del humilde vendedor ambulante. Por cierto candidato ideal para ser el perejil de turno y darle al estimado publico la noción de que la investigación avanzaba.

Mientras tanto los hilos del destino iban tejiendo una trama que paradójicamente terminaría en un final feliz para Sergio y su familia. Dicen que el Señor trabaja de formas misteriosas, y no hay mal que por bien no venga. Mientras Romano se encontraba de vacaciones en Rio de Janeiro, su socia, la doctora Laura Flores sufría un accidente automovilístico, lo que la dejó transitoriamente fuera de sus actividades y a Romano con una “jugadora” menos.

Al regresar de Brasil, Romano supo que necesitaba un “reemplazo” hasta tanto su socia se recuperara del siniestro vial, por lo que la experiencia técnica y los 42 años de trayectoria de Marcelo Arancibia le daría a la defensa de Vargas la posibilidad de contar con uno de los penalistas más prestigiosos del medio.

Esa es la explicación que desveló a muchos que se preguntaron ¿Cómo era posible que Arancibia se sumara al equipo de defensa? Y no solo eso, también se sumó Marcos Rubinovich, el joven que acompaña a Arancibia en su estudio y que suman con la de Vargas un record de 18 absoluciones seguidas en los últimos meses.

“Quien salva una vida, salva a la humanidad”

Pero aún faltaba demostrar la inocencia de Vargas lo que les llevó casi dos años de trabajo. “Comenzamos con todo cuesta arriba”, reconoció Marcelo Arancibia tras el fallo de absolución.

Al parecer y ante una sociedad que pedía a gritos la resolución de un crimen cada vez más enigmático es que la defensa de Vargas con Luciano Romano, Marcelo Arancibia, Marcos Rubinovich y Laura Flores en recuperación tras su accidente, se abocaron a la sagrada tarea de demostrar la inocencia de un hombre que tuvo la desgracia de pasar por cercanías de un crimen en progreso.

Durante dos semanas los cuatro defensores dejaron de lado el contexto que irradiaba la prensa y los rumores de pasillos en tribunales, que daban cuenta de que Vargas ya estaba condenado. El fantasma de la pavorosa condena de Santos Clemente Vera sobrevoló todas y cada una de las audiencias.

Aunque la fiscalía descargara toda su batería de argumentos entre perros que olían billetes, vecinos que habían visto al vendedor con dos o cuatro pares de sandalias para parar la hoya del día y que al MPF le parecían suficientes indicios para condenarlo en un proceso kafkiano y sin el mas mínimo peso probatorio, parecieron olvidar un postulado que parece haberse convertido en un lugar común: “Con Arancibia nunca se sabe”.

Los alegatos fueron una autentica catedra de Derecho Penal y la sentencia de absolución compuso las bases de una de las generales de las noticias de judiciales: donde Marcelo Arancibia le salvó la vida a un segundo perejil –el primero Daniel Vilte– de las garras de un sistema perverso que juzga más por la portación de rostro que por los hechos que son sagrados y las opiniones que son libres.

Aunque Marcelo Arancibia y los otros defensores quizás no sepan que no solo acaban de salvar una vida, dándole la libertad a Sergio Vargas, hicieron mucho más, porque como dice Oskar Schindler: “Quien salva una vida, salva a la humanidad”.

 

FUENTE: Muy Crítico


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