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Chile fuera de control: ¿cómo entender qué está pasando?

El país trasandino atraviesa una crisis multidimensional que pone en jaque a la administración de Sebastían Piñera y expone las contradicciones del modelo económico comercial chileno.


La red del metro de Santiago de Chile figuraba hasta hace algunos días como uno de los símbolos del orden, buen funcionamiento y prosperidad del país, ese que era en palabras del Presidente Sebastián Piñera un «oasis en medio de una América Latina convulsionada».

Sin embargo, con un fallido aumento en el boleto como detonante, hoy parece ser el síntoma de un hartazgo generalizado sobre las consecuencias que el crecimiento sin desarrollo representan.

Si bien la cercanía en el tiempo y algunos nombres compartidos como estado de emergencia o toque de queda nos tientan a una rápida comparación con el caso de Ecuador, lo cierto es que las particularidades de este escenario presenta variables únicas que cuestionan las bondades de un modelo de mercado cuya estabilidad tambalea por estas horas.

Qué pasó del día viernes a la fecha, cuáles han sido las prioridades de esta segunda administración de Sebastián Piñera, las contradicciones del modelo chileno y cómo entender los estallidos sociales que distintos países de la región están transitando por estos tiempos te lo contamos en esta nota.

El pasado 6 de octubre se oficializó el aumento del boleto del metro en Santiago de Chile, uno de los más caros de la región. Con un valor de 420 pesos chilenos en el año de su puesta en marcha (2007), 12 años más tarde, el precio asciende a 830, lo que se traduce en US$ 1,17.

Con este aumento como detonante, una buena porción de la sociedad chileno ha salido a manifestarse en las calles del país, con Santiago de Chile como epicentro, bajo la consigna «basta de abusos».

En un proceso marcado por el largo descontento sobre el alto costo de vida con los servicios públicos, la educación y la salud como principales puntos, se da lugar a un escenario paradójico.

Por un lado el Presidente Piñera entiende que se está en una situación de «guerra», al tiempo que el resto de la clase política se presenta desconcertada ante un fenómeno «apolítico», no en su esencia claro, sino en la representatividad de las izquierdas y las derechas de la gente autoconvocada en las calles.

En todo Chile se vive una situación compleja con imágenes muy contundentes: La mayoría de las farmacias están cerradas, se anunció la suspensión de clases en los Colegios de buena parte de Santiago, algunas aerolíneas cancelaron sus vuelos y varios supermercados y centros comerciales cerraron por razones de seguridad.

La escalada en los niveles de violencia llevó al propio mandatario a dar marcha atrás en el aumento anunciado. Sin embargo, con al menos 10 muertos confirmados y miles de detenidos en todo el país, la violencia no cesa y Chile encara una nueva jornada con este retroceso como anecdótico y mostrando a las fuerzas militares como garantes del orden en las calles.

El 11 de Marzo del 2018 Sebastián Piñera asumió por segunda vez la presidencia de Chile. En su primer discurso desde el Palacio de la Moneda anunciaría los Cinco Grandes Acuerdos Nacionales ejes de su administración: Seguridad Ciudadana, Infancia, Paz en la Araucanía, Salud, y el Desarrollo Integral.

Sin embargo, demasiado lejos en el tiempo quedaron esas propuestas, así también como un mandato que tiene en la acumulación del descontento social una importante demanda a atender de cara a los casi tres años que restan por transitar.

Si bien excede los propósitos de esta nota desagregar punto por punto en profundidad, lo cierto es que hay algunas variables de gran peso en el costo de vida de la sociedad chilena que parecen no tener solución, y en muchos casos siquiera atención, por los gobiernos de turno.

El sistema de pensiones y las bajísimas retribuciones, una educación pública fracturada desde la última dictadura, los altos costos de los medicamentos y el desprestigio de Instituciones de peso como el caso de los Carabineros, el Ejército, el Congreso y la Iglesia llevan a un descontento social acumulado hoy más visible que nunca.

Con un crecimiento sostenido en la última década cercano al 5% anual, tasas de inflación controladas, un gasto público regular y una economía abierta y orgullosa de ser la que cuenta con la mayor cantidad de Tratados de Libre Comercio en el mundo, el modelo chileno se presenta como un milagro, en palabras del propio Piñera, como un «oasis» en una siempre inestable América Latina.
Pero yendo un poco más allá y haciéndonos eco de la realidad que nos muestra el país por estos días, también podemos pensar al caso chileno como un ejemplo representativo en lo que a la diferenciación entre Crecimiento vs Desarrollo respecta.

Los indicadores económicos sin una redistribución o un “derrame” social proporcional en Chile son la analogía propia que el crecimiento sin desarrollo expone.


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