Los comicios legislativos de octubre registraron uno de los niveles más bajos de concurrencia a nivel nacional desde el regreso de la democracia. Más de 12 millones de ciudadanos optaron por no emitir su voto.
El proceso electoral de 2025 cerró con una participación del 66% del padrón nacional, según datos oficiales difundidos tras el escrutinio, marcando un mínimo histórico en la asistencia a las urnas en elecciones legislativas desde el retorno de la democracia en 1983. Esto implica que más de 12 millones de argentinos (12.235.796 sobre un padrón de 35.987.634) decidieron no participar en los comicios.
Analistas políticos destacan que esta baja concurrencia refleja un descontento generalizado con la clase dirigente y un desencanto creciente con las instituciones.
Factores como la desconfianza en los partidos políticos, la percepción de corrupción, la falta de propuestas concretas que atiendan las necesidades ciudadanas y la sensación de que el voto no genera cambios reales se suman a un contexto económico y social adverso que podría haber influido en la decisión de no acudir a las urnas.
Además, la polarización política extrema, la proliferación de noticias falsas y la fatiga frente a campañas negativas consolidaron un clima de apatía electoral, especialmente entre los jóvenes y los votantes urbanos.
El análisis histórico, con datos relevados por Infobae, evidencia que la participación en elecciones legislativas nacionales ha tenido una tendencia descendente en los últimos años. Mientras que en las primeras elecciones tras la vuelta de la democracia los comicios presidenciales superaban el 85% de asistencia, desde 2015 la participación ha oscilado entre 70 y 80%, con excepción de las generales de 2019, que llegaron al 80%. En comparación, las legislativas de 2021 registraron un 72% de concurrencia, probablemente afectadas por los efectos residuales de la pandemia de COVID-19.
Las elecciones provinciales previas a los comicios nacionales también mostraron señales claras de desgaste en la participación ciudadana. Entre abril y septiembre de este año, diez distritos realizaron elecciones desdobladas, con niveles de asistencia que en seis de ellos no superaron el 60%.
Corrientes fue la provincia con mayor concurrencia (70,95%), mientras que Santa Fe y Chaco registraron apenas un 52-55% de participación. En Buenos Aires, la provincia más poblada, el ausentismo alcanzó el 39%, con más de 5,5 millones de electores que no votaron, una cifra que anticipaba el mínimo histórico observado a nivel nacional.
Especialistas coinciden en que este fenómeno no solo refleja el desinterés por la política, sino también un profundo cuestionamiento a la calidad de las propuestas y al funcionamiento de las instituciones. Según consultoras políticas, la apatía electoral podría consolidarse si no se observan cambios sustanciales en el diseño de políticas públicas y en la relación de los líderes con los ciudadanos.
Históricamente, el promedio de participación en elecciones legislativas desde la implementación de las PASO en 2011 fue del 77%, con descensos notables solo en algunos procesos locales. La tendencia de este año, con un tercio del padrón ausente, marca un desafío adicional para los partidos políticos, que deberán buscar mecanismos de acercamiento y recuperación de confianza en la ciudadanía.
Por otro lado, el voto en blanco, que en las elecciones generales promedia alrededor del 3%, podría experimentar un leve aumento en línea con el malestar social y la desafección política. Los analistas consideran que la combinación de abstención y voto en blanco será un indicador clave del nivel de desencanto ciudadano en el futuro inmediato.




















